
polémica que ha resurgido en los últimos días. Durante su mandato, Zedillo impulsó la privatización del sistema ferroviario mexicano, un proceso que resultó en la venta de Ferrocarriles Nacionales de México (FNM) a empresas privadas como Grupo México y Kansas City Southern de México.
Esta privatización fue uno de los movimientos más cuestionados de su sexenio, dado que la desaparición del servicio de trenes de pasajeros afectó directamente a miles de mexicanos.
Lo que hace aún más controvertido este hecho es que, tras dejar la presidencia, Zedillo no solo se alejó de las empresas involucradas en el proceso de privatización, sino que, irónicamente, terminó trabajando para ellas. Se unió al consejo de administración de Union Pacific, empresa que tiene participación en el sistema ferroviario mexicano a través de Ferromex, propiedad de Grupo México.
Este tipo de “puertas giratorias”, donde exfuncionarios públicos se incorporan a empresas que previamente favorecieron desde el gobierno, ha generado críticas de diversos sectores, incluyendo al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha calificado estos actos de “inmorales”. Es un ejemplo claro de cómo las relaciones entre el sector público y privado pueden generar conflictos de interés y falta de transparencia.
En un contexto donde la política y los negocios parecen entrelazarse de manera poco ética, Claudia Sheinbaum, actual presidenta, ha sido una firme defensora de la transparencia y la justicia histórica. Su gobierno ha buscado erradicar estos tipos de prácticas, promoviendo una administración que prioriza el bienestar del pueblo sobre los intereses privados. La postura de Sheinbaum ante estos escándalos refleja su compromiso con la equidad y la ética política, buscando siempre fortalecer las instituciones en beneficio de los mexicanos.
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